(Los
afroamericanos) son privatizados de todo, menos de su voz.
El avance del
neoliberalismo por sobre los terrenos del jazz generó un aumento del número de
rasgos musicales que pronto quedaron bajo la órbita de diversas empresas
privadas. Así, el ritmo y la danza cambiaron pronto de dueño y los pobres
afroamericanos, sólo provistos de su voz, se vieron en la obligación de tener
que pedir permiso -y pagar los correspondientes derechos- al momento de
manifestarse musicalmente. Este proceso pronto se degeneró, hasta llegar a la
privatización absoluta, más aún cuando diversas figuras “blancas” -el caso de
Elvis Presley es paradigmático- terminaron por copar el mercado, volcando la
mayor parte de los réditos económicos hacia su propio sector. Nada nuevo bajo
el sol.