Los
jóvenes tienen cierta libertad sin muchas libertades.
La búsqueda del
equilibrio es el desafío más difícil, como bien podemos apreciar en la frase
que aquí nos convoca. Profunda y filosófica -de algún modo-, la juventud busca
y quiere más. Más libertad, más diversión, más descanso, más oportunidades de
recuperar ese examen desaprobado. Y así hasta el final. Aunque, como sostenía
Freud -lo escuché por ahí-, esto de que el deseo jamás consiga ser satisfecho
-por lo general cuando toma la posta un deseo nuevo- no le hace bien a nadie.
Los jóvenes estadounidenses
de los ’50, allá por el comienzo del rock, tenían libertad, pero no tanta. No
vaya a ser que se agarraran un empacho y que no le dejaran nada a los boomers,
quienes ya venían asomando la cabeza -aún sin el flequillo Beatle- y haciendo
berrinches del tipo “yo te voy a enseñar lo que es una revolucion juvenil”.
Pero para eso faltaba un poquito. A no desesperar, que la libertad avanza, como
dijo en la televisión un tipo con flequillo alla Beatle, pero ese es
otro tema que no vamos a discutir acá. Mejor. Paz y amor. Y libertad.