…pinturas
como la Geoconda.
Mezcla de planeta con
anaconda, o quizás una quimera extraña que combina a una dama renacentista con
el orbe que representa a todo cuanto ha sido creado, la Geoconda nos observa a
la distancia mientras sonríe enigmáticamente. Desde su propio rincón del Louvre,
harta de los turistas y de las selfies
en donde apenas es una nota al pie en un álbum de fotos que pronto será
olvidado, la Geoconda se aburre. Extraña a Da Vinci, extraña la quietud de
tiempos pasados, y llora por las noches esperando que alguna vez sus lágrimas
borren los rastros de tanta historia que se acumula sobre sus hombros. Porque
el peso del mundo es demasiado para la Geoconda. Vaya si lo sabe.