lunes, 22 de enero de 2024

Síganme, que no los voy a defraudar

     


Y fue así como el rock and roll nace, mediante el deseo de los jóvenes de tener democrazia (sic).

 

Lamento no haber exigido, en su momento, una ampliación de la idea general que se asoma detrás de esta -¿sabia?- frase. Nunca se me habría ocurrido relacionar de un modo tan directo los conceptos de “rock and roll” y “democracia” -va con c, lo acabo de verificar en un diccionario-, pero aquí estamos. Cabe preguntarnos, entonces, cuál era la realidad de los jóvenes estadounidenses de la década de 1950 y, al mismo tiempo, cuál es la idea que el creador de este texto tenía sobre la democracia al momento de llevarla al papel. (*) En el mismo contexto, es interesante plantearnos, una vez más, la duda sobre cuánto bien le hace el rock and roll a nuestros sistemas políticos reinantes, tomando en cuenta que el mismo surge en un país que se jacta de andar promoviendo los ideales democráticos por todo el mundo -en ocasiones a la fuerza, con algunas invasiones y guerras de por medio-, al tiempo que, en la década siguiente -en los sesenta-, la posta será tomada por una tierra en donde la monarquía es reverenciada por la mayoría de sus habitantes, incluidos los rockeros. Cuando llegue el punk la cosa cambiará bastante, pero eso es tema de otro examen.

In God We Trust & God Save The Queen, según corresponda.

 

 

(*) Por cierto, cómo no recordar el momento en el que Elvis Presley le arrebató el título del Rey del rock a Chuck Berry por una extensa diferencia -68% de los votos contra un 30%, mientras que un inexplicable 2% se inclinó por Roberto Sánchez, más conocido como Sandro-.