Y fue así
como el rock and roll nace, mediante el deseo de los jóvenes de tener
democrazia (sic).
Lamento no haber exigido,
en su momento, una ampliación de la idea general que se asoma detrás de esta
-¿sabia?- frase. Nunca se me habría ocurrido relacionar de un modo tan directo
los conceptos de “rock and roll” y “democracia” -va con c, lo acabo de verificar
en un diccionario-, pero aquí estamos. Cabe preguntarnos, entonces, cuál
era la realidad de los jóvenes estadounidenses de la década de 1950 y, al mismo
tiempo, cuál es la idea que el creador de este texto tenía sobre la democracia
al momento de llevarla al papel. (*) En el mismo contexto, es interesante
plantearnos, una vez más, la duda sobre cuánto bien le hace el rock and roll a
nuestros sistemas políticos reinantes, tomando en cuenta que el mismo surge en
un país que se jacta de andar promoviendo los ideales democráticos por todo el
mundo -en ocasiones a la fuerza, con algunas invasiones y guerras de por medio-,
al tiempo que, en la década siguiente -en los sesenta-, la posta será tomada
por una tierra en donde la monarquía es reverenciada por la mayoría de sus
habitantes, incluidos los rockeros. Cuando llegue el punk la cosa cambiará
bastante, pero eso es tema de otro examen.
In God We Trust & God Save The Queen, según corresponda.
(*) Por cierto, cómo no
recordar el momento en el que Elvis Presley le arrebató el título del Rey del
rock a Chuck Berry por una extensa diferencia -68% de los votos contra un 30%,
mientras que un inexplicable 2% se inclinó por Roberto Sánchez, más conocido
como Sandro-.