Blues
ternario y rock dinario.
Existen las
trifulcas… y las bifulcas.
Llueve cada dos por tres,
y entonces las gotas repiquetean marcando un compás no menos extraño –en parte dinario, en parte ternario- que lo que
aquí observamos. Nos dividimos -y nos subdividimos- mientras intentamos seguir
el tempo de una canción que muta segundo a segundo, verso a verso. El público
se amontona y pide acción, energía, música. Y eso le damos, una y otra vez. Por
duplicado, y hasta por triplicado. Porque lo merecen, claro que lo merecen.