(Los
jóvenes de los ’50 querían) rebelarse contra el padre y derrocarlo.
El hippismo
fue derrocado.
Todo concluye al fin… y,
por lo visto, de la peor manera. La lucha contra el poder de turno fue siempre
una de las banderas esgrimidas por el mundo rockero, al menos desde lo
discursivo, mientras que, por otra parte, sus negocios mano a mano con el
mercado sólo lo hicieron merecedor de alguna que otra leve reprimenda. Así,
vemos cómo la idea -y el manejo- del poder, que atraviesa desde siempre las
relaciones entre generaciones, no escapó nunca al mundo del rock, incluso desde
sus vertientes más anárquicas. Ahora bien, la idea de un hippie siendo derrocado -¿por un yuppie, quizás?- no puede menos que resultarnos simpática. Paz y
amor, hermano, paz y amor.