(En los
´50s) se crea el ocio.
Más vale tarde que nunca.
Lo lamento enormemente por las generaciones anteriores a la época arriba
mencionada, que sólo iban -como decía el general- de casa al trabajo, y del
trabajo a casa. Pero una vez en casa, hay que aclararlo, se seguía trabajando
o, en su defecto, uno se limitaba a alimentarse y dormir. Y poco más. Hoy, por
suerte, las cosas han cambiado. (*)
El creador del ocio,
quien aún hoy permanece en el anonimato, merece un Nobel. O dos. Juntemos
firmas, difundamos cadenas y prometamos recompensas, o directamente salgamos a
buscarlo. Tiempo libre tenemos, claro está.
(*) El circuito de circulación
actual -al menos para gran parte de la juventud- incluye, no necesariamente en
este orden, los siguientes puntos de visita obligada: casa, trabajo, Instagram,
previa, boliche, WhatsApp, Snapchat y Facebook (este último en franca
decadencia).