domingo, 21 de enero de 2024

Depresión

 

El rock es rápido, alegre (no da ganas de suicidarse).

El blues es individual, triste (más depresivo que Lana del Rey).

 

Adiós, psicólogos y psiquiatras; adiós. Adiós, depresión; adiós, angustias. He aquí la más sencilla solución para todos nuestros problemas. Porque el rock, señores, ha ganado la partida definitiva, dejando atrás toda crisis y todo conflicto. El blues, ahora recluido en su gueto de nostalgia y pena azulada, pedirá otro trago mientras suspira, acodado en la barra de un bar de mala muerte, y apenas amagará a seguir el tempo con un pie cuando alguien ponga una moneda en la rocola –véase también rockola o jukebox-, y comience a sonar un viejo y feliz rockabilly. Una débil sonrisa se dibujará en sus labios, sólo para ser ahogada, una vez más, con el siguiente sorbo de un whisky que quema y alimenta el fuego que lo consume. Las luces del bar se debilitan un poco más, como cada noche. Afuera, el rock continúa con su fiesta.