Esa época estaba llena de
pibas y pibes en la edad del pavo.
Lo bueno de esta frase es
la ambigüedad que presenta, en un claro movimiento táctico de quien la haya
inventado, al no referirse específicamente a ninguna época en particular. Por
cierto, esto da como resultado un comodín, una carta mágica que nos suplica, o nos
exige, considerarla apta para cualquier pregunta, ya que, así, “ninguna
época en particular” pasa a ser igual a “puede aplicarse a cualquier caso”.
Si a esto le sumamos que
quien firma tamaña invención probablemente esté cursando la misma edad que menciona
al final del texto, esto toma otro cariz, uno claramente exculpatorio, del tipo
“soy así, y por el momento estoy eximido de toda culpa y cargo”. Resumiendo, no
es más que un intento de lograr un gesto de simpatía por el adulto en cuestión
que, en plena corrección de un examen o trabajo escrito, se enfrenta con el
desafío de esbozar una sonrisa, recordar la propia juventud -tan, tan lejana-
y buscar en su corazón una dosis de compasión que debería -¿debería?-
ser aplicada sin dilación. Pero no, la sangre fría triunfa, como debe ser, y el
lápiz dictamina lo que todos suponemos: incompleto (*) / falta especificar /
desarrolle.
(*) Hace tiempo, en el
colegio, en un día de cumpleaños, recibí de regalo un sello que decía “incompleto”.
Y claro que lo usé. La cantidad de tinta de birome que ahorré en esos años fue
increíble. Aún lo conservo… debería recargarlo.